Durante el embarazo se produce un incremento de las necesidades nutricionales, acordándose por consenso una subida de peso en función del IMC inicial de la mujer.
Los errores nutricionales en esta etapa pueden tener repercusiones más graves que en otros periodos de la vida, y afectar a la salud de la madre y el hijo, incluso en etapas posteriores.
Para evitar errores debemos llevar una alimentación variada y equilibrada con suplementos de ácido fólico (en la primera mitad del embarazo para el desarrollo del tubo neural y en la segundo mitad para la formación de glóbulos rojos y el ADN)
Con el fin aportar calcio suficiente, se debe aumentar el consumo de lácteos, siendo conveniente elegir desnatados o semidesnatados (a ser posible enriquecidos con vitamina D).
También se debe incrementando el consumo de pescado, con el fin de asegurar un aporte adecuado de ácidos grasos poliinsaturados, especialmente el ácido DHA.
Los cereales, especialmente integrales, deben ser base de la alimentación (papas, pasta, cereales desayuno, arroz…) y consumirlos diariamente, al igual que las frutas, verduras y hortalizas.
Las legumbres (lentejas, judias…) por su alto contenido en minerales, fibra y proteínas deben consumirse de 2-3 veces por semana.
No olvides consumir huevo porque estudios de laboratorio revelan su importancia en la memoria de los descendientes. Y evita la cafeína, sus efectos sobre el sistema nervioso central, sistema cardiovascular y su interferencia en la absorción de zinc, calcio y hierro, hacen prudente limitar su consumo durante este periodo a 2-3 bebidas/día.
Un buen profesional podrá ajustar tu dieta durante este periodo, dando un correcto aporte de minerales y nutrientes. Ten cuidado con los aportes de vitaminas y minerales, porque su exceso también puede ser perjudicial.
Y algo fundamental: HIDRATATE CON AGUA.